Casi un siglo después del dramático
hundimiento del Titanic, la llave que podría haber salvado al
legendario transatlántico de tan fatídico destino ha reaparecido en el
Reino Unido, donde se subastará el próximo septiembre.
Como es bien sabido, el Titanic, bautizado paradójicamente «el insumergible», colisionó, durante su viaje inaugural desde Southampton (sur de Inglaterra) a Nueva York, contra un iceberg y se hundió el 14 de abril de 1912 al sur de Terranova (Canadá).
El buque, el más lujoso de la época y protagonista de uno de los mayores desastres marinos de la historia, naufragó sin la llave que abría el armario donde se guardaban los binoculares, instrumento clave en la detección de obstáculos durante la navegación.
Desafortunadamente para el Titanic y sus 1.522 víctimas mortales, el responsable de la llave, el segundo oficial David Blair, fue relevado de la tripulación por un cambio de mando a última hora, pero olvidó entregar la pieza a su sustituto, Charles Lightoller.
La decisión de la naviera, White Star Line, de reemplazar a Blair «posiblemente salvó su vida», dijo Alan Aldridge, de la casa Henry Aldridge and Sons, con sede en Wiltshire (sur de Inglaterra), que ofrecerá la llave al mejor postor este 22 de septiembre.
Blair se quedó, pues, en tierra y con la llave en el bolsillo, pese a conocer bien el buque, pues había viajado en él desde Belfast, en Irlanda del Norte y cuna del transatlántico, hasta Southampton para poner rumbo a Nueva York el 10 de abril de 1912.
«Este es un barco magnífico. Me siento muy decepcionado por no participar en su primer viaje», llegó a lamentar el oficial en una postal que envió a su cuñada y que también saldrá a subasta.
Según Aldridge, Blair sólo se dio cuenta de la llave, de hierro y con una pequeña placa colgante dorada, después de que el Titanic partiera de Southampton, de ahí que «pudiera hacer poco aparte de quedársela como recuerdo».
Sin la llave que permitía el acceso a los prismáticos, los vigías del transatlántico dependían de su vista y, por esa razón, sólo atisbaron el iceberg cuando ya era demasiado tarde.
El vigía Fred Fleet, uno de los supervivientes del desastre, declaró años más tarde ante una comisión estadounidense que investigó la tragedia que, de haber dispuesto de los binoculares, la tripulación podría haber reparado a tiempo en la masa de hielo.
Preguntado por el senador Smith, presidente de la investigación, si se podría haber divisado el iceberg de haber contado con prismáticos, Fleet respondió: «Podríamos haberlo oteado un poco más pronto».
Interrogado por Smith sobre la antelación con que se podría haber avistado el bloque de hielo con el uso de binoculares, Fleet contestó: «La suficiente para apartarnos del camino».
Ante la tentación de culpar a Blair del siniestro, Aldridge dijo en su defensa que, «en términos de culpabilidad, habría que mirar al capitán, Edward John Smith», dado que «el buque iba demasiado rápido sobre una superficie helada de la que le habían advertido».
Años más tarde, Blair, quien llegó a ser condecorado con una medalla por salvar en una ocasión a un marinero en el Atlántico, regaló la llave a su hija, Nancy, que acabó donándola en los años ochenta a la Sociedad Internacional de Marinos del Reino Unido.
Ahora, la Sociedad quiere vender la pieza, que ha guardado celosamente en una caja fuerte, con el fin de recaudar fondos para crear becas para jóvenes que deseen hacer la carrera de marino.
Los subastadores calculan que el precio de la llave puede alcanzar hasta 70.000 libras (103.600 euros, 140.000 dólares).
Sin embargo, Aldridge confía en que el lote supere esa cifra, pues se trata de «uno de los artefactos más importantes del Titanic en ver la luz».
Por cierto, la buena estrella de David Blair también persiguió a su sustituto, Charles Lightoller, quien se convirtió en el oficial de más alto rango del transatlántico en sobrevivir al desastre.
Como es bien sabido, el Titanic, bautizado paradójicamente «el insumergible», colisionó, durante su viaje inaugural desde Southampton (sur de Inglaterra) a Nueva York, contra un iceberg y se hundió el 14 de abril de 1912 al sur de Terranova (Canadá).
El buque, el más lujoso de la época y protagonista de uno de los mayores desastres marinos de la historia, naufragó sin la llave que abría el armario donde se guardaban los binoculares, instrumento clave en la detección de obstáculos durante la navegación.
Desafortunadamente para el Titanic y sus 1.522 víctimas mortales, el responsable de la llave, el segundo oficial David Blair, fue relevado de la tripulación por un cambio de mando a última hora, pero olvidó entregar la pieza a su sustituto, Charles Lightoller.
La decisión de la naviera, White Star Line, de reemplazar a Blair «posiblemente salvó su vida», dijo Alan Aldridge, de la casa Henry Aldridge and Sons, con sede en Wiltshire (sur de Inglaterra), que ofrecerá la llave al mejor postor este 22 de septiembre.
Blair se quedó, pues, en tierra y con la llave en el bolsillo, pese a conocer bien el buque, pues había viajado en él desde Belfast, en Irlanda del Norte y cuna del transatlántico, hasta Southampton para poner rumbo a Nueva York el 10 de abril de 1912.
«Este es un barco magnífico. Me siento muy decepcionado por no participar en su primer viaje», llegó a lamentar el oficial en una postal que envió a su cuñada y que también saldrá a subasta.
Según Aldridge, Blair sólo se dio cuenta de la llave, de hierro y con una pequeña placa colgante dorada, después de que el Titanic partiera de Southampton, de ahí que «pudiera hacer poco aparte de quedársela como recuerdo».
Sin la llave que permitía el acceso a los prismáticos, los vigías del transatlántico dependían de su vista y, por esa razón, sólo atisbaron el iceberg cuando ya era demasiado tarde.
El vigía Fred Fleet, uno de los supervivientes del desastre, declaró años más tarde ante una comisión estadounidense que investigó la tragedia que, de haber dispuesto de los binoculares, la tripulación podría haber reparado a tiempo en la masa de hielo.
Preguntado por el senador Smith, presidente de la investigación, si se podría haber divisado el iceberg de haber contado con prismáticos, Fleet respondió: «Podríamos haberlo oteado un poco más pronto».
Interrogado por Smith sobre la antelación con que se podría haber avistado el bloque de hielo con el uso de binoculares, Fleet contestó: «La suficiente para apartarnos del camino».
Ante la tentación de culpar a Blair del siniestro, Aldridge dijo en su defensa que, «en términos de culpabilidad, habría que mirar al capitán, Edward John Smith», dado que «el buque iba demasiado rápido sobre una superficie helada de la que le habían advertido».
Años más tarde, Blair, quien llegó a ser condecorado con una medalla por salvar en una ocasión a un marinero en el Atlántico, regaló la llave a su hija, Nancy, que acabó donándola en los años ochenta a la Sociedad Internacional de Marinos del Reino Unido.
Ahora, la Sociedad quiere vender la pieza, que ha guardado celosamente en una caja fuerte, con el fin de recaudar fondos para crear becas para jóvenes que deseen hacer la carrera de marino.
Los subastadores calculan que el precio de la llave puede alcanzar hasta 70.000 libras (103.600 euros, 140.000 dólares).
Sin embargo, Aldridge confía en que el lote supere esa cifra, pues se trata de «uno de los artefactos más importantes del Titanic en ver la luz».
Por cierto, la buena estrella de David Blair también persiguió a su sustituto, Charles Lightoller, quien se convirtió en el oficial de más alto rango del transatlántico en sobrevivir al desastre.
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